dimarts, 4 de gener del 2011

G. Apollinaire y M. Vibescu

Guillaume Apollinaire fue algo más que un poeta. Nacionalizado francés, de origen polaco (bajo dominación soviética) y nacido en Roma, su obra se encuadra en el seno de las vanguardias europeas de principios del siglo XX. Ampliamente conocida, su obra poética juega con el surrealismo. Pero, ¿qué hay de su obra narrativa?

Sin duda las novelas de Apollinaire son menos conocidas por el público en general, y están menos trabajadas por la crítica, tanto francesa como extranjera. De entre todas, destaca una, considerada como la más importante: Les onze mille verges ou les amours d’un hospodar, publicada en 1907 y traducida al castellano como Las once mil vergas o los amores de un hospodar.

Esta obra, se enmarca en el interior de diversas corrientes de renovación literaria que sufre Francia a principios del siglo XX, sobre todo en los planos estético, formal y temático. Además, la aplicación de la revolución vanguardista a nivel más sociológico, supone la ruptura con la moral tradicional. La vista hacia las obras de los libertinos del siglo XVII y XVIII será casi obligatoria para estos autores, deseosos de remover el panorama intelectual.

Respecto de la novela a trabajar, su título ya avanza una temática y un contenido. No obstante, un análisis semántico de la misma, podría revelarnos algunos detalles significativos que intentaremos ir analizando. Pero antes de pasar a dicho análisis, sería conveniente plantear las características tanto de esta obra como de su contexto.

Apollinaire fue el gran descubridor de la obra del Marqués de Sade en Francia. Oculta durante todo el siglo XIX por ser considerada como moralmente perversa, Apollinaire fue el primero que se atrevió a recoger distintos pasajes y crear una antología con ellos. En 1909 publica así L’Œuvre du Marquis de Sade en la editorial Bibliothèque des Curieux. Para esta edición prepara, además de una selección de textos, como ya hemos indicado, una introducción crítica y un ensayo bibliográfico sobre la obra del Marqués.

Así pues, no es de extrañar que sus intereses por las pasiones humanas le llevaran a escribir una novela, calificada por algunos como erótica, siendo a nuestro juicio más bien pornográfica ya que no sugiere con sutileza, sino que muestra el sexo en su faceta más primitiva. Firmada con las iniciales «G. A.», y a pesar de que no haya sido reivindicada su autoría, la crítica la atribuye de manera indiscutible al poeta Apollinaire.

Aquí se narra la historia de un príncipe rumano, «hospodar», según el nombre que reciben los antiguos príncipes soberanos de Valaquia y Moldavia, según la tradición rumana, Mony Vibescu, que va de Bucarest a París, pasando por toda Europa, para acabar muriendo en Port-Arthur (China). La vida sexual del protagonista, enfermiza, es descrita de manera ruda y sin ningún tipo de consideración moral para con el lector. Así pues, Vibescu participa en encuentros de sadismo y masoquismo, escatología y urolagnia, pedofilia y gerontofilia, masturbación, sexo en grupo y otras prácticas.

Esta novela, sin embargo, se distancia de una novela pornográfica más estricta por la importancia de lo trágico. De este modo, el príncipe rumano está determinado por la frase que éste le dice a una cortesana (Culculine) a su llegada a París (inicio del capítulo segundo): «Si os tuviera en una cama, os probaría mi pasión veinte veces seguidas. ¡Que las once mil vírgenes o incluso que once mil vergas me castiguen si miento!». Nótese que en francés, la palabra «verge», significa tanto «verga» como «fusta», jugando con la homonimia de esta palabra. Además, por proximidad fonética, también recurre a la comparación entre «vierge» (virgen) y «verge». Incapaz de realizar el coito veinte veces seguidas, morirá apaleado por once mil varazos que le asestó el ejército japonés.

Entrando ya en el análisis semántico, el primer aspecto que llama la atención es que la primera palabra referente al acto sexual no aparece entre las cien primeras más comunes: «jouir» (disfrutar) y «jouissance» (disfrute) serán las más frecuentes, ocupando las posiciones 102 y 103 respectivamente, ambas con diecinueve repeticiones. A partir de ahí, y hasta la posición número 400, únicamente encontraremos los términos «déchargea» (posición 130, con dieciséis repeticiones), descargó; «entra» (posición 131, con dieciséis repeticiones), entró; «pénétra» (posición 156, con catorce repeticiones; veintidós repeticiones si le sumamos los infinitivos), penetró; «bander» (posición 202, con once repeticiones), empalmarse; «baiser» (posición 299, con ocho repeticiones), follar; «encula» (posición 310, con ocho repeticiones; quince si le sumamos el participio), enculó; «suça» (posición 347, con ocho repeticiones), mamó. Mención especial merece la palabra «amour», que detallaremos más adelante.

De entre los términos señalados sería interesante plantear dos consideraciones. La primera de ellas es la aparición de los verbos más usuales en pasado simple. Gramaticalmente este tiempo se usa exclusivamente para situaciones comunicativas muy formales, o para discursos literarios de estilo alto. Sorprende, por lo tanto, su uso en una novela pornográfica si no es con el objetivo de crear una obra literaria de culto. En segundo lugar, existe cierta identificación entre el verbo «bander» (empalmarse) y las consecuencias de la frase de Vibescu que le llevarán a la muerte: veinte veces seguidas fueron las prometidas, y once fueron sus erecciones.

En relación con lo comentado anteriormente, es destacable también el hecho de que la palabra «cul» (culo), aparezca con más frecuencia (posición número 4, con ciento treinta y dos repeticiones) que la palabra «con» (coño), relegada a la posición número 17, con sesenta y ocho repeticiones. Así pues, las hazañas sexuales del héroe no se limitaron a la penetración vaginal (siempre en número de repeticiones inferior a veinte), sino que la penetración anal es la práctica más recurrente, tanto en posición activa como pasiva. De este modo, las referencias mediante sinónimos al ano son más frecuentes que las propias de los genitales.

Además, de entre los genitales, también es destacable la mayor abundancia de términos relativos a los masculinos (posiciones anteriores a la 150) que a los femeninos (posiciones posteriores a la 150). En principio, el protagonista sería abiertamente heterosexual, teniendo que distinguir en este punto entre orientación sexual y prácticas sexuales. A pesar de ser superiores las frecuencias de repetición de palabras relativas a los genitales masculinos que a los femeninos, y a pesar de que no es capaz de llegar a veinte penetraciones, la sombra de una cierta homosexualidad, o bisexualidad, de Mony Vibescu quedarían descartadas. A esta conclusión podríamos llegar por el hecho de que la palabra «femme» (mujer) aparece en novena posición, con noventa y tres repeticiones (a las que se le podrían sumar las correspondientes al plural, que aparece en la posición 38 con treinta y nueve repeticiones), mientras que el término «homme» (hombre) no aparece hasta la posición número 47 con treinta y tres repeticiones.

A parte de esto, es destacable que junto con el nombre del protagonista (que aparece en primera posición), los nombres propios más repetidos son los de las cortesanas parisinas: Cornabux (posición 10, con ochenta y nueve repeticiones), Alexine (posición 14, con setenta y ocho repeticiones) y Culculine (posición 16, con setenta y siete repeticiones). Los nombres masculinos no son, por lo tanto frecuentes, entre las primeras cuatrocientas palabras, siendo Fédor el primero, en la posición 109 (con diecinueve repeticiones).

Si recuperamos las recurrencias más frecuentes de los términos relativos al acto sexual, la palabra «amour» merece un especial análisis, tal y como se avanzaba en páginas anteriores. Pero antes de entrar en el análisis de dicho término, deberíamos plantear una consideración previa respecto de su uso y significado. Tal y como ocurre en castellano con la palabra «amor», «amour» tiene dos sentidos. Por un lado, el sentimiento de estima y de aprecio. Por otro, el acto sexual en sí («hacer el amor»).

Independientemente de su significado, que posteriormente trataremos con el análisis del trigrama y de las concordancias, la importancia del término «amour» reside en que antecede a las palabras relativas al acto sexual ya expuestas. Así pues, este término ocupa la posición número ochenta (con veintidós repeticiones) en la novela de Apollinaire.

Sin embargo, para esta palabra, es conveniente observar su significado en cada caso concreto, para analizar si se está frente a la palabra más recurrente de la lista de términos relativos al sexo, o si los sentimientos ocupan un lugar destacable en la obra.

En primer lugar, en el análisis del trigrama de la palabra «amour», este término aparece repetido únicamente en cuatro ocasiones, con la locución «faire/fait l’amour» (hacer el amor). Este hecho es significativo para observar que, a pesar de encontrarnos frente a una novela pornográfica, los sentimientos ocupan una posición destacable.

No obstante, en segundo lugar, sería igualmente adecuado analizar con detenimiento el contexto de uso de este término. Encontramos que, de entre las veintidós recurrencias a la palabra «amour», la mitad de ellas se refieren al amor como sentimiento (once); mientras que en la otra mitad de apariciones esta palabra está inserta en un contexto puramente sexual.

Sobre la disposición de la palabra «amour», sin distinguir entre las dos acepciones, es destacable el hecho de que domine en la primera mitad de la obra. Poco a poco, cederá su lugar a la palabra «baiser» (follar). Esta evolución de lo sentimental a lo puramente carnal se debe a la evolución interna del personaje, que pasa de creer en el amor (a pesar de sus prácticas), a considerar el amor únicamente en un plano sexual.

A modo de conclusión sobre los datos analizados en la obra Les onze mille verges ou les amours d’un hospodar (1905), de Guillaume Apollinaire, podríamos destacar varios aspectos. En primer lugar, la importancia del amor como sentimiento, en medio de una novela puramente sexual. Aunque poco a poco este sentimiento vaya dejando su hueco a términos relativos al sexo sin sentimientos, el inicio de la novela muestra a un personaje que aúna moral y placer. Además, el uso de términos cultos como «foutre» (esperma; palabra del siglo XV) o de uso de una morfología verbal culta (pasado simple en lugar de passé composé), nos dejan entrever a un autor preocupado por la forma. Del mismo modo, las influencias del Marqués de Sade son palpables en el texto, tanto en la temática como en el lenguaje utilizado, con una riqueza y variedad léxica muy importante, imperando los sinónimos frente a las repeticiones. Estos elementos le otorgan a la novela analizada cierto aire culto.

Finalmente, señalar que el título podría dar lugar a una segunda lectura, jugando con la homonímia. «Las once mil vergas» (o la descomunal importancia del acto sexual en la novela) pasarían a ser «los once mil golpes de fusta» que llevarán al protagonista a su muerte por incumplir su palabra. Y los «amores de un hospodar» se referirán sin duda al amor, como sentimiento, que el príncipe Vibescu siente por Culculine, cortesana por la que muere.

Así pues, de una novela pornográfica sin más, tras una reflexión sobre el análisis semántico realizado, pasaríamos a redescubrir una novela amorosa en la que la tragedia y el amor son dos elementos destacables, eso sí, inmersos en un texto repleto de bajas pasiones.