diumenge, 4 de març del 2012

Lengua y sexismo

El título de la entrada no es inocente. Nada es inocente en esta vida... Hoy, al encender mi Twitter, veo que uno de los temas más comentados en el momento gira en torno a una polémica (bien, "polémica", comillas imprescindibles) generada a partir de unas declaraciones de Ignacio Bosque, académico de la RAE.

El tema, a pocos días de la celebración del Día Internacional de la Mujer (afortunadamente el quitaron la redundancia de "trabajadora"), tendría que hacer saltar a aquellos defensores (más que a los detractores) de un cambio lingüístico, que no es otra cosa que una munipulación.

Y antes de que se me acuse de "machista" (enlazo al artículo de Wikipedia para los desorientados y acusadores de palabra fácil e incoherente), me gustaría recordar un refrán: "no hay que mezclar churras con merinas".

En primer lugar, me gustaría comenzar indicando que una lengua no tiene capacidad de reflexión, de juicio o de interpretación. La lengua la "realizan" (en el sentido lingüístico del término) los hablantes. Es decir, una lengua no puede ser sexista, discriminatoria (o cualquier otro calificativo que se le quiera añadir). Son los hablantes los que con una intencionalidad sexista usan un idioma determinado.

En segundo lugar, con frecuencia estas defensas pierden de vista el origen y la evolución del idioma. El latín tenía tres géneros: femenino, masculino y neutro. En la evolución de las lenguas romances se produce una confusión en el sistema vocálico debido a la inestabilidad en la apertura y a la duración. Por este motivo, el masculino y el neutro latino tienden a la unificación bajo una misma grafía, mientras que el femenino evoluciona hacia otra grafía diferenciada.

El hecho de que se use lo que alguna gente llama "masculino" se debe a esa consideración del neutro latino. Lo que algunos llaman "género extensivo" no es más que el uso del neutro: "los alumnos" no es masculino, es neutro, por lo que no está marcado ni sexualmente (como ningún otro elemento lingüístico), ni genéricamente.

Cuando se ataca al idioma por considerar que está cargado de connotaciones discriminatorias, ¿no se paran a pensar en los idiomas en los que la estructura gramatical no tiene flexión de género? Es decir, el machismo no existiría en la conciencia lingüística de, por ejemplo, los hablantes de inglés. Pongamos el caso de dos países africanos, Kenia y Nigeria, escogidos (lógicamente) por este motivo: ¿no existe machismo en estas dos sociedades anglófonas?

Está claro, el sexismo no está en el lenguaje, que obedece a una evolución lingüística (donde también influye la sociolingüística, cierto, no se me vaya a acusar manipulación, igual que acuso yo aquí), sino en la mentalidad de determinadas personas.

Finalmente, en tercer lugar, quisiera destacar una ley necesaria para comprender el funcionamiento de las lenguas: la ley de la economía lingüística. Los hablantes tienden a emitir mensajes utilizando el menor número de articulaciones posibles. De ahí que existan fenómenos de apócope, por ejemplo. La existencia del neutro implica esta tendencia, lógica por otro lado, del lenguaje. Comparen qué es más fácil y más corto de enunciar:

- Los funcionarios deben atender a los alumnos.
- Los funcionarios y las funcionarias deben atender a los alumnos y a las alumnas.
- Los funcionarios y las funcionarias deben atender al alumnado.

Resulta lógico elegir la primera solución debido a la tendencia a economizar esfuerzos en el lenguaje. También decimos "tele" y no "televisión", o "metro" y no "ferrocarril metropolitano".

Discutir, enfrentarse en acalorados debates, vacíos, absurdos, ridículos e incoherentes por intentar modificar unos usos lingüísticos que son el resultado de una evolución, no deja de ser una soberana tontería que impide que dediquen esas fuerzas a reclamar una igualdad en lo que realmente importa: la igualdad de derechos y de deberes (y que éstos se cumplan, ¡eh!).

Porque, acusar a la RAE de sexismo por no aceptar usos y reglas que no son naturales a la lengua castellana, no denota más que la existencia de un aburrimiento infinito en algunos sectores de nuestra sociedad. Porque, si nos asustamos cuando alguien propone dejar de acentuar "guión", "truhán", "éste"; o llamar "ye" a la consonante y; ¿por qué no nos asustamos, igualmente, cuando cierto grupúsculo de aburridos [género: neturo] se dedica a plantear sandeces tan poco lógicas?

Que un Nobel se puede permitir hacer la gracia de los "senadores" y las "senatrices". Pero tras las risas, volvamos a recuperar el sentido común (al menos en materia lingüística) y dejemos el totalitarismo y la manipulación del lenguaje de lado. Más aún, en aspectos en los que la lengua es completamente ajena.

Y he aquí mi opinión. Y es mi opinión, pues todos tenemos derecho a tener una.

2 comentaris:

Demi Fernández Muñoz ha dit...

Sin palabras ni palabros. Simplemente, brillante. ¡Ah! Muy acertada la mención de la evolución desde el latín. Se suele pensar que la lengua siempre es sincronía a la hora de valorar estos temas. Un saludo.

Anònim ha dit...

Es que creo que la lengua evoluciona, pero no se puede forzar con actitudes que son contrarias al propio sistema.

Evidentemente hay cosas que corregir, no lingüísticas, sino psicológicas. Tipo: "los directores llevan a la cena a sus mujeres" por "los directores llevan a la cena a sus parejas". En ningún caso "los directores y directoras llevan a la cena a sus mujeres y maridos".

Claro, que siendo coherentes, debería reivindicarse que se dijera: "los directores llevan a la cena a sus mujeres o maridos, las directoras llevan a la cena a sus maridos o mujeres, y los directores y directoras van solos a la cena".

Es ridículo, pero si aceptamos que la lengua "discrimina" (otorgándole una importancia al inerte sistema lingüístico que, evidentemente, no tiene), tendremos que empezar a soltar este tipo de parrafadas...

Creo que la lucha de las mujeres tiene que ir en otra dirección, ocupándose de lo que realmente importa, y no de estos asuntos banales y poco razonables.